miércoles, 25 de febrero de 2009

Y buenos días

Hay que ver cómo os ponéis por un ardorcillo violento de nada. Ya se me pasó, efectos colaterales del acoso laboral. Hoy lo he sorteado al estar 9 horas seguidas sin prácticamente hablar con nadie. Sólo con mi jefe, que es un santo. Qué fácil. Así, elijo el aislamiento antes que volver a escuchar un comentario sobre mi culo, mis tetas o mi capacidad de succión. Si por lo menos fueran ingeniosos…

La pregunta es, ¿cuánto tiempo me dais? Tic, tac, tic, tac...

En fin, en peores plazas hemos toreao. Pero esta entrada tenía una intención, aunque no lo parezca. Aunque nunca lo parezca de lo desordenadas que salen. A ver cuando empiezo de nuevo en serio, me dejo de escritura automática y esto deja de ser mi “Caro diario”.

Para tranquilizaros, para tranquilizarte amigo (qué fácil es ofenderte) aclaro, por si había alguna duda, que compadezco a los pobres orangutanes. Y que me gustan los tíos más que el vino, no os criminalizo. Y que siiii, que viva el amor. Yo sigo enamorándome en cada esquina, y a falta de príncipes o princesas carnívoros, me pego mis viajes por las nubes, y me engancho sentimentalmente a voces, palabras y sonidos. Si no, qué aburrido.

Aquí muestro pedazos de mis actuales pasiones inmateriales. Las que están cubiertas de piel, mejor se quedan en el agujero calentito de donde salieron.


martes, 24 de febrero de 2009

Malos días

Recuerdo la habitación. Era la casa de la señora que ayudaba a mi madre con la limpieza. Cristales amarillos en las puertas. No sé qué hacía yo allí. Me quería mucho, un cariño cargante. Hablaban muy alto. No me gustaba estar en esa casa. ¿Qué hacía allí? Sus hijos estaban esa tarde, el pequeño me gustaba. Él tenía 16 o 17 años. Creo que yo todavía llevaba vestiditos con lazo, eso significa que todavía los toleraba, ¿5 o 6 años? Desaparece todo el mundo. Estoy en la habitación con él. Apaga la luz. Me tumba en la cama y comienza a tocarme. Me asusto, pataleo, me suelta, corro a encender la luz. Él me pide que la apague con una sonrisa. Estamos jugando, me dice, como los mayores. Me suena mal. Le pido que me abra la puerta o grito. Se acaba el juego.

Esta no es una anécdota excepcional. De hecho, es bastante light. Conozco historias de infancia que ponen los pelos de punta. Si sumamos la adolescencia, el censo comienza a subir y cuando llegamos a mi edad, es difícil encontrar a una mujer que no haya sufrido agresiones sexuales, en mayor o menor grado. Ya sabéis cuáles son, para qué enumerarlas. No voy a hacer un análisis sesudo de la falsa emancipación de la mujer.

Mi carrerón de abusos no es carne de guión de telefilme de Antena 3, pero hoy no me apetece contarlo.

Aún me enfrento diariamente a agresiones varias ¿y quién no? Lo gracioso es que ahora pienso que estoy por encima de estas cosas. Que ya soy perro viejo, que me adelanto, que ya no me afecta. Pero, hay días…

Hay días en los que la feminazi que anida en mí arrancaría los huevos a todos los orangutanes que diariamente me llaman “Niña”, “Guapa” o “Chiqui” y les haría comer su puto machismo paternalista, mal resguardado en los calzones comprados por sus abnegadas esposas. Hay días en los que no dejan espacio. Hay días…

lunes, 23 de febrero de 2009

A la búsqueda...

de la sintonía perfecta, enredada en discos virtuales, en lecturas vitamínicas, disfrutando a conciencia mi pequeño brote autista.




Ray, gracias por la señal de salida. Estamos en movimiento!!

domingo, 22 de febrero de 2009

Esclavitud


Macro atasco mañanero, llego una hora tarde al trabajo. Salida a las 3 de la tarde, viernes, tardo una hora y media en llegar a casa con el estómago dado la vuelta. Dos horas después estoy buscando aparcamiento durante 45 minutos en otro punto de Madrid. En medio de una callejuela estrecha, con coches aparcados en segunda fila y un caos en las dos direcciones, el saxito peta. ¡Clac! Y comienza a vibrar…Apago el motor, salgo del coche. Conductores desesperados me gritan y levantan los brazos. Lo intento, pero no me entra la risa. Es purita desesperación. Entro de nuevo en el carro, lo enciendo y consigo volver a casa bailando el meneito.

Han pasado dos semanas de aquello y sólo puedo decir gracias cochecillo por el servicio prestado pero ahí te quedas!!!

Recupero la libertad de movimiento, el tiempo para leer, pensar en las musarañas, dinerillo para otros vicios y, sobre todo, el buen humor.

(Meted entre líneas el discurso ecologista y anticonsumista, que de eso también hay)

sábado, 21 de febrero de 2009

Vals con Bashir

No había otra forma. El dibujo rescata la realidad perdida en las imágenes de los informativos. Algunas películas bélicas nos colocaron ahí, pero ya no sirven. Los documentales son relatos, requieren demasiado esfuerzo, demasiada voluntad.

El dibujo retrata el infierno a través de la memoria de los verdugos y rellena los huecos por nosotros. Lectura digerida y directa. Una ostia magistral.

Vals con Bashir

lunes, 16 de febrero de 2009

Mil vidas

Mil vidas en un año, mil vidas en un sueño




Her morning elegance, Oren Lavie.

Vía Héctor

miércoles, 11 de febrero de 2009




Mr Tambourine Man, Bob Dylan

domingo, 8 de febrero de 2009

Terapia

Vacío.
Sin palabras.

Ayer, Emerge, nos inyectó armonía.
Lo:Muêso, gritó por nosotras.
Johnny Deep rasgó gargantas.
Buscaremos animales en Bacon.
Y bailes macerados con The Dubliners.

A ver si funciona.



The Dubliners, Molly Malone

sábado, 7 de febrero de 2009

Alimentando a la bestia



The Cramps, Creature from the black lagoon

miércoles, 4 de febrero de 2009

A leer!

Tras los examenes es imprescindible una buena limpieza.

Paseo solitario al sol, visita a la librería y té delicioso con Benedetti mientras un rayito despistado me calienta el lomo...muuuurrrumiau!


martes, 3 de febrero de 2009

Marisa Monte, Pernambucobucolismo

lunes, 2 de febrero de 2009

Cangrejos

Si la clase obrera, tras arrancar de su corazón el vicio que la domina y que
envi­lece su naturaleza, se levantara con toda su fuerza, no para reclamar
los Derechos del Hombre (que no son más que los derechos de la explotación
capitalista), no para reclamar el Derecho al Trabajo (que no es más que el
derecho a la miseria), sino para forjar una ley de bronce que prohibiera a todos
los hom­bres trabajar más de tres horas por día, la Tierra, la vieja Tierra,
estremecida de alegría, sentiría brincar en ella un nuevo univer­so... ¿Pero
cómo pedir a un proletariado corrompido por la moral capitalista que tome una
resolución viril?


Paul Lafargue, "El derecho a la pereza", 1880.