Volvemos a la Cañada dos meses después del último contacto. Vamos en el coche los intrépidos David y Víctor, los periodistas Rafa y Cristóbal, y yo, todos apretujados. Decidimos entrar por el Gallinero para ver cómo están las cosas después de las inundaciones. El paisaje ya lo habéis visto, no hace falta derramarse más. La imagen es la misma. En medio de la carretera hay aparcada una furgoneta con varias personas de trapicheo. Cuando pasamos nos hacen un saludo militar. Definitivamente, el Renault Megane de Víctor es un canteo, es el coche oficial de la secreta. Y lo seguimos comprobando al pasar por la zona de gitanos y zombies donde todo el mundo sigue con la mirada nuestro trayecto. Hasta que llegamos al Fanal. Allí nos relajamos.
Según salimos del coche Nordi –rebautizado por Pitt como Ñordi- , Jose y Saba vienen a saludarnos. Todo está igual excepto por algunos pequeños cambios. En la entrada del centro hay un suelo cementado a modo de porche. En el paisaje, hay dos casas derrumbadas y la montaña de basura ha crecido unos metros. Una de las educadoras nos pregunta qué es ese montículo. Lleva sólo dos días en el Fanal y todavía le dura la cara de pasmo. El reencuentro con Patricia y Rocío es fácil. Estas chicas son un cielo. Nos ponen al día de los últimos acontecimientos de la zona. Las dos casas no han caído por efecto de las excavadoras, sino por la lluvia. El Samur Social acogió a las familias pero sólo por cuatro días. Luego, a buscarse la vida. Es el procedimiento habitual.
A los pocos minutos de nuestra llegada comienza la marea de niños en dirección al Fanal. Acaban de salir del colegio. Nuestra presencia les divierte. En concreto la de Rafa, les encanta ver a un señor con tan poco pelo y tan largo. Comienza el juego. Son muchos niños divididos en dos grupos: pequeños y mayores. Con éste último es con el que vamos a empezar a trabajar. Diecisiete chiquillos con edades que van de los 9 a los 15 años. Complicado. Antes de salir sabíamos que no había luz y que se nos había fastidiado el plan de hoy. David quería enseñarles el trabajo del taller de Sao Paulo. Toca improvisación, primo. Guau Guau!
Después de la charla presentación y de acordar por consenso el día de trabajo, pasamos el portátil por grupos para que vayan jugando al videojuego, familiarizándose, mientras les vamos contando sus posibilidades. Intentamos que les llegue el mensaje, que se enganchen, pero es muy difícil. Mucho niño, y a falta de un centro de atención están desmadrados. Nuestros pequeños aliados, los chicos que conocimos antes del verano y que esperaban con ganas nuestra llegada, hoy están de malas y pasan de nosotros. Otros comienzan a pegarse en el aula, uno sale llorando. El grupo de niñas no contesta a nuestras preguntas y están ausentes escuchando Reggeaton por el MP3. Sin embargo, dentro del caos, hay niños que no se han despegado de la pantalla y que empiezan a plantear cuestiones muy interesantes. Ñordi, el cabecilla de la mente brillante, nos tiene absolutamente entregados. Ha conseguido en pocos minutos que el que hace las preguntas, Cristóbal el periodista, le termine contando su vida. “¿Tienes a la novia en EEUU? ¡Qué putada tío!” “Yo también quiero ser periodista pero hay que irse de España. Este país está fatal.”
Terminamos la sesión de hoy con un último ejercicio que consiste en decir nuestros nombres y nuestro barrio. Al finalizar Ñordi, una vez más, nos pone firmes: “¿Por qué nos preguntas de dónde venimos? Si no viviéramos en la Cañada, ¿qué narices haríamos aquí?”
Según salimos del coche Nordi –rebautizado por Pitt como Ñordi- , Jose y Saba vienen a saludarnos. Todo está igual excepto por algunos pequeños cambios. En la entrada del centro hay un suelo cementado a modo de porche. En el paisaje, hay dos casas derrumbadas y la montaña de basura ha crecido unos metros. Una de las educadoras nos pregunta qué es ese montículo. Lleva sólo dos días en el Fanal y todavía le dura la cara de pasmo. El reencuentro con Patricia y Rocío es fácil. Estas chicas son un cielo. Nos ponen al día de los últimos acontecimientos de la zona. Las dos casas no han caído por efecto de las excavadoras, sino por la lluvia. El Samur Social acogió a las familias pero sólo por cuatro días. Luego, a buscarse la vida. Es el procedimiento habitual.
A los pocos minutos de nuestra llegada comienza la marea de niños en dirección al Fanal. Acaban de salir del colegio. Nuestra presencia les divierte. En concreto la de Rafa, les encanta ver a un señor con tan poco pelo y tan largo. Comienza el juego. Son muchos niños divididos en dos grupos: pequeños y mayores. Con éste último es con el que vamos a empezar a trabajar. Diecisiete chiquillos con edades que van de los 9 a los 15 años. Complicado. Antes de salir sabíamos que no había luz y que se nos había fastidiado el plan de hoy. David quería enseñarles el trabajo del taller de Sao Paulo. Toca improvisación, primo. Guau Guau!
Después de la charla presentación y de acordar por consenso el día de trabajo, pasamos el portátil por grupos para que vayan jugando al videojuego, familiarizándose, mientras les vamos contando sus posibilidades. Intentamos que les llegue el mensaje, que se enganchen, pero es muy difícil. Mucho niño, y a falta de un centro de atención están desmadrados. Nuestros pequeños aliados, los chicos que conocimos antes del verano y que esperaban con ganas nuestra llegada, hoy están de malas y pasan de nosotros. Otros comienzan a pegarse en el aula, uno sale llorando. El grupo de niñas no contesta a nuestras preguntas y están ausentes escuchando Reggeaton por el MP3. Sin embargo, dentro del caos, hay niños que no se han despegado de la pantalla y que empiezan a plantear cuestiones muy interesantes. Ñordi, el cabecilla de la mente brillante, nos tiene absolutamente entregados. Ha conseguido en pocos minutos que el que hace las preguntas, Cristóbal el periodista, le termine contando su vida. “¿Tienes a la novia en EEUU? ¡Qué putada tío!” “Yo también quiero ser periodista pero hay que irse de España. Este país está fatal.”
Terminamos la sesión de hoy con un último ejercicio que consiste en decir nuestros nombres y nuestro barrio. Al finalizar Ñordi, una vez más, nos pone firmes: “¿Por qué nos preguntas de dónde venimos? Si no viviéramos en la Cañada, ¿qué narices haríamos aquí?”
0 comentarios:
Publicar un comentario